miércoles, 7 de abril de 2010

Cuando París merecía a Misia

Misia pintada por Renoir
CULTURA

Cuando París merecía a Misia

07.04.10 - 02:02 - JUAN LUIS TAPIA

Isabel Margarit publica la biografía de la musa de las vanguardias y la bohemia gala.Picasso, Renoir, Toulouse-Lautrec, Ravel, Proust y Stravinsky adoraron a esta mujer .

LIBRO

Título: 'París era Misia. El fascinante mundo de Misia Sert, musa de artistas'.

Autora: Isabel Margarit.

Editorial: La Esfera de los Libros.

Páginas: 296.

Precio: 25 euros.

«Las musas son mujeres», escribió Simone de Beauvoir en 'El segundo sexo', y la historia del arte está llena de ellas. Mujeres que inspiraron a grandes artistas y de paso formaron parte de sus vidas. Musas que hoy aparecen retratadas en los mejores museos del mundo, aunque su nombre no aparezca en ningún cartel. No son las reinas ni las nobles pintadas por encargo, ni la anónima transeúnte que atrae de paso a algún pintor: las musas fueron elegidas por el artista, quizás por su belleza, su manera de posar o por tener algo especial, y fueron inmortalizadas más de una vez en la tela, convirtiéndose en protagonistas de sus obras, y así también de sus vidas.

Esposa del pintor José María Sert, protectora de Stravinsky, íntima de Coco Chanel, musa de Renoir, modelo de Toulouse-Lautrec, alumna de Gabriel Fauré, inspiración de Marcel Proust, madrina de un hijo de Picasso, impulsora del Ballet Ruso, amiga de Mallarmé, Diaghilev o Valéry. esta impresionante mujer formó parte de las vidas y obras de los mayores artistas de su tiempo. Poetas, músicos, pintores. todos pasaron en uno u otro momento por su lado y en todos dejó una huella, imperceptible en ocasiones, abrumadora en otras. Ella se llamaba María Sofía Olga Zenaida Godebska, pero el mundo bohemio y artístico de París la llamó Misia. Una vez casada con el pintor Josep María Sert, se convirtió en Misia Sert, la musa del París de la Belle Époque y las vanguardias de entreguerras. «Al margen de sus memorias, traducidas y editadas en 1987 por el conde de Sert, ningún biógrafo español se interesó por su figura», señala la historiadora Isabel Margarit, quien acaba de publicar 'París era Misia' (Ed. La Esfera de los Libros). En la cité lumière que engarzaba diosas, ella fue la estrella con más fulgor. «Misia fue París, aunque ninguna de sus calles la recuerda», subraya la historiadora. Más que una biografía al uso, el libro es la reconstrucción de un universo cultural destruido por las dos guerras europeas, aquel microcosmos irrepetible que Stefan Zweig bautizó como 'El mundo de ayer' y Marcel Proust recuperó en su 'Recherche'.

Isabel Margarit, directora de la revista 'Historia y vida', afirma que descubrió a este personaje «a través de sus memorias. Y la redescubrí en París, su gran escenario. Ella era en sí misma un monumento, como dijo Marcel Proust».

Poliédrica

El mundo de Misia fue el mismo que «inspiró a Toulouse-Lautrec, Mallarmé, Bonnard o Renoir; el que encumbró a Diaghilev, Stravinsky y Chanel», señala la especialista. «Además de ser la más versátil, fue capaz de saltarse épocas y clases sociales, reinando durante casi cincuenta años en la capital del arte», relata la historiadora.

Era «intuitiva, camaleónica, persuasiva, «genial en la perfidia y refinada en la crueldad», según su amigo Paul Morand. Queda descrita como alguien que poseía una personalidad poliédrica, con muchos y atractivos ángulos: «En Misia hay algo de todas las mujeres y en toda mujer hay una Misia», dijo el propio Morand.

«Dueña de una sensibilidad artística desbordante, aglutinó el talento de varias generaciones. Ella misma tenía un don superlativo para la música, el cual no pasó desapercibido», indica Margarit.

En torno a Misia floreció el simbolismo de Mallarmé y Valéry, el cartelismo bohemio de Toulouse-Lautrec, el retratismo de Bonnard, Renoir, Vallotton y Vuillard, los ballets rusos de Diaghilev, la libertaria 'Revue Blanche', la consagración primaveral de Stravinsky, la moda de Coco Chanel, el jazz de ébano de la Baker...

Tal sintonía con los artistas, matiza Margarit, se debe «a que les hablaba en su mismo lenguaje y entendía los altibajos de la sensibilidad creadora».

Aristócrata rusa

¿Cómo una aristócrata rusa logró infiltrarse y dominar la elitista y cerrada sociedad parisina? Además de una virtuosa del piano, Misia tenía una personalidad absolutamente arrolladora. Todos y todas -que se lo pregunten a Colette- caían prendados de ella.

Picasso, diez años más joven, sintió un flechazo artístico hacia ella, que se convirtió en testigo de su boda con Olga y madrina de su primer hijo. Sin Misia no se sabe qué habría sido de la modista que regentaba una pequeña tienda de ropa y que fundó el impero Chanel. Lo mismo puede decirse de Ravel. «Era una dama que sentía auténtica devoción por el arte, siempre que encontrara talento o algo transformador en él. Entendía el lenguaje de los artistas y sabía tratar sus luchas de egos», señala Isabel Margarit.

Pero también tuvo sus sombras. «Manejaba voluntades y se esmeraba en tejer relaciones dominantes». En aquel París que era una fiesta, Misia desarrolló una compleja vida amorosa: «Siempre necesitó una figura paternal y protectora porque su padre nunca ejerció como tal. Necesitaba alguien a quien admirar, relaciones de dependencia con personajes como el magnate de prensa Alfred Edwards, fundador de 'Le Matin'».

Un gran amor

Pero el verdadero hombre de su vida, tanto en el plano cultural como erótico, fue Josep Maria Sert, su tercer marido, el pintor catalán que triunfaba en París. El matrimonio con Misia le abrió las puertas de las galerías internacionales y clientes multimillonarios llamaron a un Sert al que se conocía con el sobrenombre de 'Tiépolo del Ritz'.

Junto a él, la musa conoció los placeres de Venecia y también la humillación de verse relegada por una mujer más joven. La aristócrata Roussy Mdivani. En 1919, Misia conocería a Coco Chanel, una amiga para toda la vida.

Moviéndose en los círculos de la pareja Sert y viajando con ellos a Venecia, la diseñadora «adquirió el conocimiento que le permitiría, en adelante, cultivar su propio mecenazgo».

«Amó y la amaron, sedujo y fue seducida, pero la razón última de su vida, su gran pasión, tuvo un solo nombre, el del pintor Josep Maria Sert. Su vida en común fue tan intensa como extrema», añade la biógrafa. Aquella «hermosa pantera, imperiosa, sanguinaria y fútil», como la definió Morand, sufrió lo indecible por amor.

A raíz de la separación de Sert, la musa padeció un periodo de decadencia y adicción a la morfina hasta su muerte en 1950: «La segunda mitad del siglo XX se olvidó de Misia: con ella murió un modo de entender el arte», concluye Margarit.

Se apagó la luz

¿Por qué se apagó la luz? «La estrella de Misia en el universo del París artístico se fue apagando poco antes de estallar la Segunda Guerra Mundial. Sus 'dioses' -Mallarmé, Debussy, Diaghilev.- habían desaparecido. Nada era ya como fue antes. Pese a que su olfato se mantenía intacto, el mundo en que ella había reinado estaba a punto de extinguirse. Y con él, la figura de Misia», contesta la escritora.

En su libro, Margarit repara las «fabulaciones y manipulaciones» que la propia dama inventó cuando dictó sus memorias al final de su vida. Por ejemplo, el sonado olvido de su íntima amiga Chanel, a la que borró del todo de sus memorias tras un enfado.

«Tenían una relación de amor-odio y rivalidad. Algunos estudiosos han apuntado que su relación iba más allá de la amistad, por la atracción inflamada que se desprende de sus cartas. Yo lo dejo a criterio del lector», cuenta la historiadora.

El París que adoró y olvidó a Misia después de la II Guerra Mundial resucita de la mano de Margarit, que ya dedicó un estudio a Alma Mahler y a Eugenia de Montijo y Napoleón.

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