domingo, 4 de abril de 2010

Notas del Cáucaso


MUNDO

El Cáucaso islamista atemoriza a Rusia

La política de mano dura del Kremlin sólo ha logrado alimentar la venganza terrorista

04.04.10 - 01:55 - RAFAEL M. MAÑUECO. CORRESPONSAL
MOSCÚ.

«La política de puño de hierro aplicada por Vladímir Putin contra el terrorismo no está dando buenos resultados, ya que provoca un perenne circulo vicioso. A la violencia se responde con un ensañamiento indiscriminado que hace aumentar el número de personas deseosas de venganza», estima el columnista de 'Nóvaya Gazeta' Viacheslav Izmáilov. Según su opinión, «la represión se ceba con personas ajenas a los terroristas».

Si a los excesos que cometen las fuerzas de seguridad se une una situación económica insufrible, con índices de paro que alcanzan entre el 40% y el 50% en las repúblicas musulmanas del Cáucaso Norte, y un nivel de corrupción que impide el desarrollo, genera atroces injusticias y hasta obstaculiza la propia lucha antiterrorista, con policías que colaboran con los extremistas a cambio de dinero, el resultado es, como señala Izmáilov, «un aumento considerable de la acciones insurgentes».

Lo admite directamente el director del FSB (antiguo KGB), Alexánder Bórtnikov, pese a que en las últimas semanas las tropas rusas, los servicios secretos y la Policía chechena se han apuntado varias victorias en operaciones realizadas en Ingushetia, Chechenia y Daguestán.

En marzo fueron abatidos dos destacados jefes rebeldes, Said Buriátski, instructor de terroristas suicidas, y Abú Jaled, de origen árabe y responsable principal de Al-Qaida en el Cáucaso Norte. Nadie descarta que la respuesta a sus muertes hayan sido precisamente los últimos atentados en el metro de Moscú y en Daguestán. En prevención de posibles ataques, durante la Semana Santa ortodoxa, que este año coincide con la católica, se ha desplegado en Moscú un descomunal dispositivo de seguridad. Han sido movilizados cerca de 12.000 agentes de Policía.

La guerra que lanzó el ex presidente Borís Yeltsin contra Chechenia en 1994 tuvo como objetivo evitar la secesión de la república. El islam radical no había prendido aún en el Cáucaso Norte. Chechenia estaba dirigida por Dzhojar Dudáyev, un antiguo general soviético de la Fuerza Aérea.

El FSB logró matar a Dudáyev con un misil teledirigido, pero, tras decenas de miles de muertos y la república reducida a escombros, Moscú no recuperó el control de la situación. Rusia capituló firmando la paz en Jasaviurt (Daguestán), en agosto de 1996, lo que supuso reconocer de facto la independencia.

Ideas wahabíes

Aslán Masjádov, otro ex general soviético que terminó sus días en marzo de 2005 reventado por la granada que le tiraron los rusos al sótano en el que se escondía, fue elegido presidente de Chechenia en enero de 1997. Las ideas wahabíes llegaron a la república de la mano de Shamil Basáyev y del emisario de Al-Qaida Amir Jattab. Ambos están ya muertos, Basáyev víctima de una bomba en 2006 y Jattab envenenado por el FSB en 2002.

Según los expertos, las razones que decantaron a los dirigentes chechenos hacia el extremismo de corte wahabi a partir de 1997 fueron el bloqueo económico al que Moscú les sometió en plenas dificultades posbélicas y la xenofobia que se disparó entre la población rusa. Por aquel entonces, Basáyev y sus hombres ya habían demostrado su capacidad de atentar en suelo ruso. La acción más espectacular fue la toma de rehenes en el hospital de la localidad de Budionnovsk, en junio de 1995, con más de un centenar de muertos.

Putin entró en escena en 1999, cuando Basáyev y Jattab atacaron Daguestán a fin de extender sus dominios a todo el Cáucaso Norte y crear un gran califato «desde el mar Negro al Caspio». Comenzó así una nueva guerra no menos sangrienta que la anterior. Oficialmente, terminó en abril de 2000, aunque la violencia no ha cesado, ni siquiera desde que, en abril de 2009, el actual presidente, Dmitri Medvédev, decidiera levantar el régimen antiterrorista especial que instauró Putin diez años atrás.

Efecto contagio

La insurgencia islámica que anidó inicialmente en Chechenia se extendió hace tiempo a las repúblicas vecinas de Ingushetia y Daguestán, e incluso a Kabardino Balkaria. Aunque los sucesivos líderes del movimiento fundamentalista han ido siendo eliminados, las células descabezadas han sabido restablecer rápidamente su actividad.

Sólo en 2009, según periodistas locales, se produjeron 167 atentados con bomba con 280 muertos en Chechenia, 319 en Ingushetia y 263 en Daguestán. A esas cifras hay que añadir unos 400 fallecidos más, policías y soldados sobre todo, en choques armados y ataques por sorpresa. Y eso teniendo en cuenta que, según Moscú, no hay más de quinientos guerrilleros activos.

Los brutales métodos que emplean los dirigentes locales, Ramzán Kadírov (Chechenia), Yunus-Bek Evkúrov (Ingushetia) y Mahomedsalam Mahomédov (Daguestán), no hacen sino aumentar la indignación entre sus habitantes, facilitando la labor a los terroristas de enrolar nuevos activistas en sus filas. Otro frente que debilita la eficacia contra el terrorismo, según el especialista de 'Newsweek', Orján Dzhemal, es la falta de coordinación y las discrepancias entre el Ministerio del Interior y el FSB.

Medvédev reconoce que la situación en el Cáucaso Norte es el problema «número uno» de Rusia. En enero, él y Putin admitieron que cualquier mejora pasa por desarrollar económicamente la zona. El problema es que se ha empezado algo tarde a inyectar dinero y la enorme corrupción actúa como un colador por donde desaparece lo invertido.

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